¿piensas, pasante, pasar por este pasaje?

2019, intervención en el jardín de la iglesia Saint-Séverin (París) / palabras estampadas en las hojas de los árboles / instalación en la vitrina de la galería Saint-Séverin.

En las hojas de los castaños y otros árboles del jardín del claustro de la iglesia de San Severino se estamparon con tinta indeleble las palabras de un poema. Durante algún tiempo, los árboles portaron estas palabras, hasta que las hojas se cayeron. Esparcidas por el viento, las hojas llevaron consigo las palabras del poema:

¿Piensas, pasante, pasar por este pasaje
donde pensando, he pasado?
Si no lo piensas, pasante, no eres sabio
Pues si no lo piensas, te verás pasado.

Escrito por un autor anónimo, en fecha desconocida, este poema se encontraba cerca de una pequeña puerta del claustro que da a la calle de la Parcheminerie, y desapareció a principios del siglo XIX a raíz de los trabajos realizados en las galerías de la iglesia. La historia de esta inscripción figura en el libro de Emile Wiriot «Paris de la Seine à la Cité Universitaire : le Quartier St.-Jacques et les quartiers voisins, leurs transformations à travers les siècles.»

«Pero desapareció de su mirada» – por Alicia Knock (curadora de la exposición)

Estefanía Peñafiel Loaiza trata la ventana de la galería Saint Séverin como un cuarto oscuro. En él se revela el rastro fantasmal de los cuerpos de los migrantes grabados por las cámaras de vigilancia en la frontera entre México y Estados Unidos. El paso de los cuerpos «para ser identificados» es detenido por el proceso de la artista, que refotografía aquí la secuencia dejando el obturador de la cámara abierto, permitiéndole retener el «panorama» de la cámara: un paisaje inofensivo y melancólico (desgarrado por dos líneas de alambre de púas), sólo «embrujado» por el paso de los cuerpos. Así desvinculadas de su contexto represivo, estas imágenes de «no identidad», donde el cuerpo sólo imprime su estremecimiento, sumergen a los individuos en un espacio intermedio de anonimato, entre la protección y la desaparición. Al pie de la imagen, la artista ha tatuado en las hojas de los árboles del jardín de la iglesia adyacente, los versos de un poema que figura en una inscripción desaparecida, mencionada en la historia de la transformación de la iglesia en el siglo XIX. Este poema esparcido por el pasaje, que se ofrece a las migraciones estacionales de los árboles del jardín adyacente, prolonga la imagen de la vitrina al mismo tiempo que reactiva la memoria de los desplazamientos históricos del lugar. Por medio de la improvisada superposición de negativos -sombra sobre sombra-, el migrante se convierte paradójicamente en uno con el pasante. La mirada persistente de la fotografía tal vez sólo indica aquí su capacidad para inscribir la pérdida, mientras que la mirada fluida del transeúnte, la de acariciar con todo su peso la experiencia compartida de su propia desaparición.



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